martes, 22 de febrero de 2011

Dos extraños.


El extraño Nº1 ya estaba sentado en la tercera banca, contando desde atrás. La extraña Nº2 llegó como de costumbre tarde, recorrió con la vista cada banca repleta, vio una sonrisa que la invitaba a sentarse junto a ella. Él se hizo a un lado, ella se sentó a su costado.

Mientras se cantaba el “Gloria” ellos se sonreían. Durante el “Padre Nuestro” se cogieron por primera vez las manos. Durante la Eucaristía y los avisos parroquiales... sus dedos traviesos se buscaban y rozaban, mientras las señoras cucufatas cuchicheaban.

Ambos esperaron  que el coro acabara de tocar y cantar para salir del templo. Caminaron juntos por el pasadizo, salieron por la misma puerta, se miraron y sonaron las campanas. Empezaba otra misa. La extraña Nº2 tomó las riendas del asunto y le preguntó al extraño Nº1 si la acompañaba camino a casa. Él no tuvo más que aceptar. Hablaron del clima, de los chistes del párroco, de la navidad, de ¿por qué a veces la hostia se te pega en el paladar?…


El extraño Nº1 dijo: Mi casa queda a unas cuadras, ¿falta mucho para la tuya?

La extraña Nº2 respondió: Estás parado frente a ella.

Sonrieron y se sentaron en una banca.
Conversaron durante horas, coquetearon, jugaban… y sin saber cómo, entrelazaron las manos. Estuvieron así sin decir palabra alguna, en un intercambio de sonrisas y miradas por casi una hora.
La extraña Nº2  llevaba una bufanda en el cuello, tan blanca como las flores debajo de ellos. Ella empezaba a preguntarse si al menos él le pediría su teléfono. De pronto sintió un tirón, el extraño Nº1 jalaba de su bufanda, acercándola más hacía él. Ella dejó que él rozara sus labios, que su lengua jugueteara con la suya y que sus brazos la envolvieran.
Ninguno dijo nada y danzaron ese exótico baile del amor en un callejón, con la parpadeante luz de un poste y los esporádicos pitidos de algún guachimán en bicicleta.


A la extraña Nº2 nunca antes la habían besado así, que hasta perdió el control y se olvidó de su sitio. 
El extraño Nº1 nunca antes había dado amor en un callejón, ni se había estremecido con el escalofrío más caliente de su vida.


Aún se ven todos los domingos durante la misa, pero son dos extraños más que se ven sin más.


jueves, 10 de febrero de 2011

¡Vete a la mierda cupido!

Es el mes del amor ... los globo rojos en forma de corazón, los peluches hipoalérgicos, telos llenos, cajas de rosas, derroches diarreicos de amor en el facebook y besos por montones. Pero ¿qué demonios es el amor? ¿si cupido no fuera un pañaludo sería todo distinto? ¿cómo chíchares te puedes enamorar en menos de un mes?


Primero ... el amor es solo cosa química, sí, para decepción de muchos. Nada que ver con "...estaba en nuestro destino encontrarnos" y tanta cursilería que solemos decir cuando nos flecha el bebé pañalón. La verdad es que la culpa de todo la tienen tres pinches hormonas. A continuación las bandidas más buscadas:


1. Tetosterona, hormona de la atracción. Ajá ella es la explicación de la eterna pregunta ¿qué le pude ver? 
2. Dopamina, suena a estar dopado ¿no?, pues sí, cuando esta hormona se activa nos adormece los sentidos, en pocas palabras nos idiotiza.
3.Oxitocina en las mujeres y la Vasoprecina en los varones, esta hija de la guayaba ayuda a forjar lazos permanentes tras la primera oleada de emoción, excitación, etc.
El llamado enamoramiento sigue el orden de arriba, primero cuando nuestro cuerpo percibe feromonas gratas la tetosterona se activa, cuando esta llega al tope entra a tallar la dopamina y para coronar todo, como tu cerebro te ve TAN idiotizado la oxitocina o vasosprecina entra a la acción. Y ... ¡Mierda! Te enamoraste.


Pero ahora esta sopa de hormonas dura para siempre ¿? Solo el 5% de animales son monógamos y no, los humanos no estamos entre ese grupo. Los dos animales más fieles son los caballitos de mar (cuando uno de la pareja muere, el otro se deja morir a su lado.) y los pinguinos (a pesar de verse solo en época de apareamiento, ellos buscan siempre a la mism@) Sino estamos genéticamente hechos para los -para siempres- ¿Por qué demonios insistimos en creer en estar junto a ti para siempre? Siempre es MUCHO tiempo y tiempo incierto encima. Para joder más el asunto creemos que cada persona que nos toca la puerta es LA indicada, es decir a pesar de que nos tiran puertazos seguimos creyendo en el regordete bebé con flechas , que por cierto no es trabajo para alguien que ni siquiera sabe ir al baño solo.


Antífanes (comediógrafo griego) decía, "Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado". Pues yo pienso que el estar enamorado es como estar borracho. Es tu mejor borrachera ... mientras estas con todos los efectos del alcohol/amor encima TODO es perfecto, felicidades extremas, sonríes estúpidamente, haces y dices cojudeces, te crees capaz de todo y hasta juras poder levitar, perooooooo cuando el alcohol/amor salió, fugó, se esfumó, te dijo "alamos contigo" viene LA resaca, vomitas hasta el alma, todos y todos te llegan al rábano, el cielo se pinta de gris, te arrepientes de todo lo dicho y hecho, pegas carteles de SE BUSCA A HUEVÓN CON ALAS Y PAÑAL -BUENA RECOMPENSA- y juras NUNCA, PERO NUNCA volver a emborracharte/enamorarte (¿tu mamá no te enseñó que no se jura en vano?) por que al pasar un tiempo bien que te ves en otra reunión etílica o reunión colchonística.
Entonces, lo jodido es la resaca del amor y ojo que hay que tener los cojones bien puestos para aguantar la resaca de lo vivido y ¡vamos! no hay borrachera que dure para siempre ... pero sí que te puedes meter unas!! .... de padre y señor nuestro.
¡Ah! y tampoco uno se la pasa emborrachándose toda la vida con la misma bebida etílica ... ¿verdad?.  

miércoles, 9 de febrero de 2011

El jueves de mis canciones.


Desde muy chico escuché a mi madre decir: “De quien te debes cuidar es de las malas mujeres, ustedes pierden la cabeza por ellas” y como las madres muy rara vez se equivocan, ella no fue la excepción.
La cabeza fue lo mínimo que perdí por las penas que una mujer provoca.
En un jueves de noche fría, de la que no esperaba más que una buena paga después del concierto, me acerqué a la barra del bar para tomar mí acostumbrado ron antes de empezar a cantar. Y ahí estabas tú, tan bella como siempre,  la luz parpadeante de la barra le daba a tu piel un brillo singular, uno hipnotizante. Te acercaste y tan insinuante como de costumbre me coqueteaste.
-Cántame algo al oído y este ron te lo pongo yo-  me dijiste mientras deslizabas tus dedos por mi corbata, desbaratándola, no solo a ella.
-Con una condición, Malena-  te respondí acercándome hasta poder oler lo acanelada de tu piel.
-Tú dirás, José-
-Que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata… al escucharla.-
Sonreíste, pusiste en mí mano el vaso con ron y, como todos los jueves, me acariciaste cada dedo en ese intercambio de vasos. Me tenías engatusado, loco por conocer todos tus secretos y cantarte solo a ti al amanecer.
Esa noche canté como nunca, mientras tocaba el piano podía notar lo nerviosa que te ponías cuando buscaba tu mirada. Terminé mi repertorio, veía como los clientes, uno a uno, se iban. Tú saliste a cerrar el bar, yo corrí detrás de ti y me despedí como siempre. De pronto, todo cambió, paseaste tu dedo por mi pecho y fuiste bajando en una línea ondulada por todo mi dorso. Yo no me quise quedar atrás y le hice caso a mi instinto más carnal, mis dedos escalaron tus entrepiernas y te juro que fue como llegar a la cima de Everest. 
Mi piano, compañero de media vida ahora se convertía en testigo de nuestros deseos. Tocamos una melodía y ya no importaba si era armoniosa solo sabía que nunca antes una mujer me había hecho tocar así las teclas.
Totalmente extasiados fumándonos un porrito nos llegó el alba ... caminaste por todo el bar recogiendo tus prendas. No parpadeé ni un segundo, no quería perderme esa última imagen de tu cuerpo a contraluz, de tus vaivenes y tus sonrisas coquetas cada cuatro pasos.
Uno, dos, tres, cuatro ... ¡Mírame!.
Me encapriché de ti. Simplemente así. Eres como un rico postre del que uno no se cansa hasta que no lo come todos los días durante tres años. ¿Tú qué pensabas? No sé, nunca más supe más de ti.
Al siguiente jueves regresé con acordes dedicados solo a ti, bajo el brazo... y de ti solo encontré rasguños en el atril de mi piano.
Te busqué en cada bar de ese puto pueblo y en cada uno me encontraba con un músico que al escuchar tu nombre no solo lo reconocía sino que también me contaba tus historias colchonísticas. Treinta bares visité, treinta historias me soplé y ni una luz tuya hallé.
Mis teclas ya no sonaban igual sino no eran tocadas por tu acanelada piel, entonces perdí lo único que nadie me pudo quitar. Mi música, mis acordes, mi melodía.
Me fui a la mar buscando poder ahogar ahí tu recuerdo, irónicamente era jueves y desgraciadamente ya no volví a escribir más canciones ningún jueves.


domingo, 6 de febrero de 2011

Si quieres o no.


Sin explicaciones ni complicaciones,
con las caricias exactas
con las miradas adecuadas
y las palabras encajadas.

Solo sigue caminando,
ya no mires hacia atrás. Ya no es importante.
Tampoco te adelantes tanto, que me canso si corro.
Paseemos simplemente,
Si quieres entrelazas los dedos.
Si quieres me acompañas en mis silencios.
Si quieres duermes arrullado por mi voz.
Y si quieres, ya no quieras.


Despiadadamente irresistible


¿Cómo dejar de ir? … Sí conozco el camino de memoria.
Media cuadra.
El parque.
Cuatro cuadras.
La avenida.
La pista.
Fachada blanca, rejas negras, al lado de las cabina de internet.
¿Ves?… Llego con los ojos cerrados, aunque no quiera.
Razones para abstenerme, demasiadas.
Las palpitaciones, los ecos infinitos, el dolor…insoportable.
¡Pero por la puta madre que eres delicioso!
Amargor y dulce utópico.
Piel irresistiblemente suave.
Y sabes mejor con las puntas de los dedos.

¡Al carajo el dolor!
Eres despiadadamente exquisito.


martes, 1 de febrero de 2011

Cosas de la mar.


Digamos que cierro la puerta,
aunque sea un pecado en mi casa.

Supongamos esta noche misteriosamente no digo palabra alguna
no porque no tenga nada que decir, sino porque no sé cómo decirlo.
Entonces decido que primero nadaré hasta la ventana, buscaré a la luna,
le reclamaré tantos naufragios y  tantas revolcadas en tu mar.

Después me sentaré sobre mis pies, como aquel paso del ballet
haré lo de  la respiración diafragmática. Afuera todo el aire,
para poder gritar a pulmón suelto lo que quedó pegado en mi garganta
evitando las palabras se abracen de esa campanita que tengo dentro de mi boca.

Gritaré y esquivaré a aquellas que revoten en las paredes y me envistan,
no es que les tenga miedo, es que las quiero fuera de mí.
Ya estoy muy cansada de nadar, así que cogeré una balsa de ilusiones
que me mantenga flotando en ese mar hasta el próximo naufragio. 


Un sueño de Verano.


Había una decena y cuatro extras de pretextos.
La emoción me revoloteaba en la panza y la voz de radio prometía días de febrero solo para dos.
Recuerdo había un gusano gigante de sonrisa cachosa con el que asustamos al niño de nieve que nos acompañaba. El gusano estaba camino a las aguas donde me convertí en koala.
Cuando era de noche un agente y una señora linda nos mandaban a dormir y yo me arrullaba con la voz que salía de la radio. Esa misma voz que me transformaba en koala feliz cuando salía el sol.
Estuve colgada de un árbol durante tres días, el sol rebotaba en mi piel  e incendiaba más mi cabello. Huí de un tiburón y luego de un oso panda.
Los koalas no nadan así que el árbol fue mi mejor refugio. Y como en un sueño todo es extraño, mi árbol tenía piernas que bailaban en el agua y me llevaba a navegar.
Pero como un sueño solo es sueño, cuando desperté el niño de nieve se había derretido con el sol, el agente se había llevado a la linda señora, yo había quemado al árbol y ya no había más koala feliz.