lunes, 31 de enero de 2011

Un cuento de niños.


Érase una vez una niña de cabellos de miel, ojos de luz y piel de leche nestle.
Un caballero de mentira y sin caballo.
En un reino sin reyes y de cielo rojo.
Vivían un amor de tarde y de noche, un romance a destiempo que enrojecía más el cielo.
Como el caballero no tenía potrillo se quedaba a dormir en un balcón, oliendo los cabellos  de miel, despertando por la luz de los ojos.
La niña no quería seguir siendo niña y jugó a crecer, en la cama, en el balcón en el sofá y en la cocina.
El caballero perdió la cabeza y su posición, se convirtió en defensor de ese idilio con  arco y flechas.
Había una malvada bruja, como en todo cuento, pero esta no era mala ni mujer.
Niña y flechero combatieron a morir y el cielo se despintó.
Ganó el malvado brujo y a la niña se llevó cruzando el mar.
Él no lo podía soportar, una flecha se decidió disparar, pero como no era caballero, no tenía valor.
La niña lo ayudó, cogió una flecha y se la clavó.
La luz se apagaba y el cielo se tiñó de verde, por la esperanza de volver cuando sea un caballero de verdad.



Todo un universo.


En mi casa hay tres planetas,
ocho estrellas, dos naves
y una sola raza alienígena.

Los más sabios viven en el primer planeta.
Son como Jedis, con mandiles de cocina y botas para la mina.
Las señoras hacen postres con sémola y
nadie va al mercado, porque todo crece en el jardín.
Huele siempre a margaritas de vara e incienso de limón.
Y los varones juegan a ser campesinos, zapateros y abogados.

El segundo planeta solo es habitado por horas.
Un señor que le da vueltas al planeta en las mañanas
Y por noches se convierte en niño.
Una dama de modales perfectos, nariz perfecta y hasta estornudo perfecto
es la que juega a ser indomable e impenetrable.
Acá solo se oyen a las aves cantar y a las niñas llorar.

El desbande y bullicio gobierna en el tercer planeta
Moran un señor que nunca está, una señora que quiere ser mejor,
una especie de megáfono con patas y una niña que no quiere crecer.
Es el lugar más frío y el más caliente, donde los árboles no crecen
donde los perros no lucen como tales y las ollas se ponen al revés. 



jueves, 27 de enero de 2011

Posibilidades.

¿Si te beso de improviso?
Un miércoles, cuando hablas de filosofía mientras piensas en mi lengua.
…O mejor te ignoro todo un día, para que me extrañes por la noche.

Quizá una mañana con lluvia perfecta, vea mojarse tus cabellos,
y decida que ya no quiero “eso” sino algo distinto… algo más nuestro.
…Y si mejor simplemente, solo te hago feliz para siempre.

Felizmente los sofás no escriben sus memorias ni cuentan confesiones alcoholizadas…
¡Imagínate!... Los secretos, las pendejadas, los llantos y sobre todo los amores.

Si no fuera por el miedo, la historia hubiera empezado, entonces…
No soñarías con mi boca,
habría algo nuestro,
y el sofá hubiera …
¡Explotado! …  Saturado de amor y estrujones.



Almorzamos juntos


-¿Dónde estás?
-Camino a casa.
-¿Almorzamos juntos hoy?
-Llego en quince minutos.
(¿Así de simple? … Quizá ya suponía mis intenciones. Quizá lo notó en mi voz.)

Te vi una cuadra antes. Un jersey que se dejó dominar por tu cuerpo, una cafarena azul tan llamativa como la sonrisa pechos arriba.

Primer piso: Nadie.
-Pasa y no hagas mucho ruido.
Segundo piso: Nadie.
-¿Dónde están todos?
Tercer piso: Nadie.
-Salieron a almorzar.
Cuarto piso: Dos escritorios y Nosotros.
El aire estaba imponente, hacía bailar tus cabellos y resonar las ventanas.

1er escritorio:
-Estaba todo preparado.
-Sobre la silla mi casaca.
-Sobre el escritorio el computador.
-En el computador, una canción y mis ganas….¡Sí que moría por tus besos!

2do escritorio:
-Sobre la madera, Tú.
-Sobre la silla un jersey y una cafarena.
-¿La canción? ¡La mejor! Donde yo tocaba los instrumentos que le daban melodía a tu voz.


El aire enfriaba mi espalda y tu piel calentaba mi pecho. Tus uñas se enterraban en mis piernas y mis manos se mecían en tus caderas.

Tu bolso y junto a él…
La hora de almuerzo terminaba.

-Me voy.
-Pero… no almorzamos.
-¿Acaso era en serio lo del almuerzo?
-Te llamo luego.
-Está bien.



lunes, 24 de enero de 2011

Mudanza.

Lo guardé en cajas, lo tapé con papeles y lo embalé con cinta adhesiva.
Las cajas eran tan grandes que no cabían en mi dormitorio.
Las llevé al patio, la lluvia las mojó pero ellas resistieron, el sol las sancochó pero ellas persistieron.
Las debí mandar a Marte.

Te llevaste el resto de cosas.
Para ser sinceros, te llevaste todo…
Amigos, familiares, sonrisas, palabras, momentos, días, llantos e ilusiones.
Y así mi casa quedó tan vacía como mi cama.

Mi perro ya no te movía la cola,
mi hermano ya te esperaba todas las noches ni te llamaba para el juego.
Las tortas de chocolate y los panqueques ya no tienen tu motivo
y mi mamá ya no prepara ají desde que te mudaste.

Por el apuro con el que te fuiste,
olvidaste llevarte algunas cosas.
Tus mentiras, tus pretextos, tus reclamos y tus lágrimas de cocodrilo.
Pero no te preocupes que cualquier día de estos te las mando,
por bombardas y sin previo aviso,  para que entiendas
lo que significó tu mudanza.


¿Jugamos?




Ya mira, es así...
Cierro los ojos y cuento hasta 20...
¡10 no! es muy poco.
Entonces yo haré de cuenta que no sé nada y tú sigue corriendo.
Cuándo abra los ojos, debes esconderte. ¡Escóndete!
Prometo no buscar dónde sé que estarás, pues se acabaría el juego.
Fingiré que te busco, que no te encuentro y que no sé nada.
Shhh!! No hagas ruido que el juego se acaba.
¡Ah! pero no vale jugar con ayuda.  No seas tan "vivo".
Eso es contra las reglas y así yo no juego.
...Bueno, entonces tendré que encontrarte de una buena vez!
Gritar: ¡AMPAY! ... para que termine todo.

Pero si jugamos solo los dos, será divertido. Lo prometo.
Cerraré los ojos, contaré hasta 20, correrás, te esconderás...
y te buscaré.
Cuándo te encuentre... 
nos esconderemos juntos, cerraremos los ojos, contaremos hasta 2000
y no haremos ruido, para que nadie nos encuentre.

Quédate… mejor ya no.

Quédate conmigo y no midas las palabras
no para mantenerme despierta,
sino para tener una llama encendida.
No!, no la soples aún...que mis ojos aún quieren perderse en tu piel
y saciarme de ella, para no necesitarla mañana… como los camellos con el agua.
Tampoco es que quiera un para siempre, pero …
solo por esta noche, miénteme.
Está bien… tampoco tanto, no inventes cariños.
Pero, bueno… he echado al olvido tus manos y tu olor, no fue a propósito
simplemente se escaparon del montón … como cuando huyen tus oídos
si yo digo YA NO.

La puerta ya no está asegurada.