martes, 1 de febrero de 2011

Cosas de la mar.


Digamos que cierro la puerta,
aunque sea un pecado en mi casa.

Supongamos esta noche misteriosamente no digo palabra alguna
no porque no tenga nada que decir, sino porque no sé cómo decirlo.
Entonces decido que primero nadaré hasta la ventana, buscaré a la luna,
le reclamaré tantos naufragios y  tantas revolcadas en tu mar.

Después me sentaré sobre mis pies, como aquel paso del ballet
haré lo de  la respiración diafragmática. Afuera todo el aire,
para poder gritar a pulmón suelto lo que quedó pegado en mi garganta
evitando las palabras se abracen de esa campanita que tengo dentro de mi boca.

Gritaré y esquivaré a aquellas que revoten en las paredes y me envistan,
no es que les tenga miedo, es que las quiero fuera de mí.
Ya estoy muy cansada de nadar, así que cogeré una balsa de ilusiones
que me mantenga flotando en ese mar hasta el próximo naufragio.